Arizona Tribune - En Valencia, el mundo de los difuntos es también un lodazal

En Valencia, el mundo de los difuntos es también un lodazal
En Valencia, el mundo de los difuntos es también un lodazal / Foto: José Jordán - AFP/Archivos

En Valencia, el mundo de los difuntos es también un lodazal

Los destrozos y el lodazal que conforman el paisaje de muchos pueblos valencianos continúa cuando se atraviesan las puertas de los cementerios, cuya capacidad de dar sepultura a los vecinos fallecidos en las inundaciones está muy en duda.

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La justicia ha autorizado ya la entrega a los familiares de los cuerpos de más de 80 fallecidos de los 219 que dejaron las catastróficas lluvias de la semana pasada.

Sin embargo, cementerios como el de Catarroja o el de Massanassa, dos municipios lindantes muy dañados, acumulan fango y escombros.

"El destrozo es monumental", explica a la AFP Salvador Pons, empleado del cementerio municipal de Catarroja, mientras da instrucciones a un grupo de personas que se ha ofrecido para limpiar.

"El agua alcanzó una altura de 1,70 m, ha dañado muchos de los panteones", y también los nichos, en particular los más bajos. La fuerza del agua llegó a desplazar las grandes puertas de hierro de 700 kilos de este camposanto de 1889.

Desde el martes, explicó, murieron siete vecinos, tres de muerte natural y cuatro en las inundaciones. No han podido enterrar a ninguno de ellos, y en el caso de los segundos, urge hacerlo rápidamente, porque su estado no es bueno.

- Han de "estar juntos" -

Cabe la posibilidad de la cremación o un entierro en Valencia capital, donde las pompas fúnebres funcionan bien, pero en España es muy frecuente que hasta tres generaciones compartan un nicho.

"Mis padres tienen que estar juntos", afirma categórico Juan Monrabal, un vecino de Catarroja, en declaraciones al diario local Las Provincias.

A Monrabal le sugieren enterrar a su madre, fallecida en las inundaciones, en otro cementerio y luego trasladarla junto a su padre, pero la legislación no permite hacerlo antes de 10 años, y él, que tiene 54, teme morir antes.

Lápidas Casañ es un negocio familiar que va por su segunda generación. En su establecimiento de Catarroja hay un vaivén de gente adecentándolo tras el paso del agua.

"El trabajo está paralizado, estamos con la limpieza", explica Arturo Casañ, de 59 años, hijo del fundador. Han tenido alguna demanda de lápidas, pero de momento no han hecho ninguna.

"Creo que tendrán que pasar dos, tres o cuatro semanas para que estén las cosas solucionadas. Primero son las casas y luego los cementerios", afirma comprensivo.

El rector de la iglesia de Sant Miquel de Catarroja, Carles Pons, explica que más de una semana después de la tragedia no han oficiado misas funerarias.

"No nos las han pedido, y de todos modos no sería fácil" llevar a cabo un entierro como en tiempos normales, aventura este párroco de 57 años, centrado en almacenar la ayuda que llega a los damnificados.

- Posibilidades reducidas -

Las funerarias de Valencia capital han estado echando una mano a las de los pueblos afectados.

"Les estamos ayudando con coches, personal, papeleo, viajes al hospital y hasta enterrando", explicó, bajo anonimato, el empleado de una de las empresas de pompas fúnebres de la tercera ciudad de España.

"Los cementerios en los pueblos están fatal y la gente se ve obligada a renunciar a enterrarlos ahí", narra.

Al final, la catástrofe ha reducido también a escombros los márgenes de decisión, y "si no hay más remedio que enterrarlos, se tendrá que hacer donde se pueda", resume lacónicamente un hombre de 69 años, que no quiso dar su nombre, y que ha venido a echar una mano en la limpieza del cementerio de Catarroja.

W.Morales--AT